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Es quizá el consejo en el que más insisto con todos mis pacientes: haz ejercicio. Cada uno a su nivel y en su medida, pero hazlo.
Curiosamente, cuando hacemos ejercicio nos cansamos y a la vez nos sentimos mejor, más ágiles, satisfechos, optimistas, tranquilos,…. Todo ello es consecuencia de lo que está ocurriendo en nuestro interior, en nuestros tejidos y células.
Lo esencial de realizar ejercicio físico de forma continuada radica en la gran cantidad de beneficios que aporta. Se llegan a evitar el desarrollo de ciertas patologías y se previenen problemas de salud como la hipertensión, la diabetes o la obesidad.
Está comprobado que el riesgo cardíaco se reduce, también mejora la calcificación de los huesos previniendo la osteoporosis y la osteopenia.
El ejercicio físico ayuda a desarrollar resistencia física y a obtener más energía. Incrementamos la fuerza y el tono de la musculatura, mejora nuestra flexibilidad y movimientos articulares, y nuestra postura corporal.
Pero además de los beneficios físicos y biológicos, psicológicamente el ejercicio es un gran aliado. Disminuye los niveles de estrés, potencia la relajación y un mejor descanso, además ayuda a la flexibilidad mental y a aumentar la autoestima, la confianza en uno mismo. Mejora nuestro estado de ánimo. Es muy recomendable para aquellas personas que sufren depresión, ansiedad o estrés porque aporta sensación de bienestar y optimismo.
Recientemente un grupo de expertos en neurología han constatados además que la actividad física aeróbica (aquella de media o baja intensidad y de larga duración como correr, andar, nadar…) favorece la memoria y el aprendizaje.
En definitiva, nuestra calidad de vida mejora en todos los sentidos.
Cuando corremos, nadamos, patinamos o practicamos cualquier otra actividad, liberamos por ejemplo, endorfinas, las llamadas hormonas de la felicidad. Son unas sustancias químicas que produce el organismo y que estimulan las zonas del cerebro donde se generan las emociones placenteras, contribuyen a mitigar la sensación de dolor y a liberar hormonas que ayudan a fortalecer nuestro sistema inmune.
Hay muchas formas de mantenerse físicamente activo. Cada personas debe encontrar el ejercicio que mejor le convenga, en función de su edad y estado físico.
Con mis pacientes insisto especialmente en la realización diaria de, al menos, una serie de ejercicios muy sencillos pero esenciales de gimnasia vertebral.
Para los que os de pereza, empezar con una actividad que os guste. Probar. A los perezosos una opción muy sencilla es el andar. El caminar fortalece los músculos de la espalda. En cada paso se produce una rotación de la columna y este movimiento de rotación está coordinado con el balanceo simétrico derecho e izquierdo del eje vertebral. Cada paso que damos, fortalece el corsé de músculos de la columna.
Encuentra tu actividad física favorita y ponte en marcha.
¡Ah! Y cuando pienses en dejarlo, piensa porqué empezaste.